¿En qué consiste esta técnica? muy sencillo, en el uso de los tres colores del semáforo. Cada color está relacionado con una actitud que el niño o niña esté teniendo en un determinado momento. De este modo los más pequeños aprenden a controlar, calmar e incluso modificar su conducta, y todo ello jugando.
Reconocer las señales corporales para mejorar la gestión emocional
El primer paso para facilitar la gestión emocional infantil es ayudar a los niños a reconocer y localizar las sensaciones corporales previas a sus conductas impulsivas. Esta fase es importantísima, porque a edades tan tempranas no son conscientes de su estado de activación o nerviosismo.
Cuando nos enfadamos o nos sentimos muy nerviosos, recibimos señales físicas, como sudor, agitación, calor, pulsaciones rápidas… Cuando un niño no reconoce correctamente estas alertas que le envía su cuerpo se producen conductas de desobediencia o escenarios de conflicto.
Es fundamental, por lo tanto, entender que nuestros hijos quieran controlar sus propias emociones, pero en algunas circunstancias todavía no tienen las herramientas necesarias para hacerlo solos. Sobre todo, cuando un sentimiento de enfado aparece demasiado deprisa, son incapaces de evitar caer en una reacción disruptiva o agresiva. En ese momento llegan los llantos, gritos y pataletas.
Sin embargo, si el menor consigue identificar el estado de excesiva activación fisiológica, será también capaz de poner en marcha estrategias para mitigar las acciones impulsivas. Por lo tanto, podrá evitar una manifestación desproporcionada de su estado de ánimo.
El significado de los colores en el semáforo de las emociones
La técnica del semáforo para la gestión de las emociones consiste en emplear el símil con un semáforo de tráfico. Cada color tiene un significado, que será el mismo utilizado en la calle: verde puedo continuar, amarillo tengo que ser prudente y rojo me tengo que detener.
- Verde: significa que el niño puede continuar, ha reconocido las señales de su cuerpo, sabe cómo se siente a nivel físico y mental. Además, sabe cuáles son las acciones que puede llevar a cabo para gestionar sus emociones.
- Amarillo: estamos ante un posible peligro, pero aún podemos mantener la situación bajo control. El niño debe pararse a pensar para reconocer todas las señales y encontrar una respuesta positiva.
- Rojo: ¡Stop! Es necesario pararse porque no estamos reconociendo las señales, probablemente las emociones negativas han llegado muy deprisa. El niño necesita parar por completo para poder tomar de nuevo las riendas de la situación con más calma.
Con estas indicaciones los padres y maestros pueden aproximarse al niño o niña en distintas situaciones y comunicar de forma sencilla al niño cómo comportarse.
Cada color estará relacionado con una acción:
- Rojo: Paro
- Amarillo: Pienso
- Verde: Actúo
Por ejemplo, es necesario decir “amarillo” cuando esté empezando a alterarse, dándole la oportunidad de cambiar su comportamiento y de buscar estrategias de autocontrol. Si continúa a comportarse con nerviosismo o empieza a enfadarse todavía más debemos decir “rojo”. De este modo podemos indicar que el comportamiento es inadecuado.
Además, será crucial utilizar el semáforo de las emociones para premiar el comportamiento de los más pequeños. No debemos centrarnos solamente en los comportamientos negativos. Es muy importante reconocer cuando el niño reconduce su comportamiento de manera positiva y decirle “verde” en forma de halago.
Pongamos un ejemplo práctico. Si el niño o niña discute con un amigo que le ha quitado un juguete y empieza a enfadarse debemos decir “amarillo”. Si esto no surte efecto y continúa a alterarse, empieza a llorar o tiene una actitud agresiva debemos decir “rojo”. Por el contrario, si baja su nivel de excitación, consigue relajarse y prestar su juguete de manera pacífica le indicaremos que el semáforo está en “verde” para felicitarlo.
Construir nuestro propio semáforo emocional
La propia construcción de un semáforo de las emociones puede ser una interesante actividad en la que involucrar a nuestros hijos. De esta manera el semáforo será más relevante para ellos, porque lo reconocerán como el resultado de su propio esfuerzo.
¿Qué necesitamos para nuestro semáforo de las emociones?
- 1 folio o cartulina blanca
- Tijeras de punta redondeada
- Una plantilla con forma de círculo, por ejemplo, un plato
- Lápiz y goma
- Lápices de colores
Podemos hacer dos cosas: imprimir un dibujo de un semáforo o, directamente, dibujarlo juntos. Sea cual sea el primer paso, la segunda acción será pintar el dibujo con los clásicos colores de un semáforo: rojo, amarillo y verde. Como última parte de la actividad podemos recortarlo.
Una vez terminado el trabajo podremos explicar con más facilidad a nuestros hijos el significado de cada color. Para facilitar esta tarea también podemos usar ejemplos de situaciones pasadas que puedan identificar con cada estado de ánimo.
Por ejemplo, podemos sentarnos en círculo y empezar a explicar situaciones en las que nosotros mismos hemos pasado por las emociones que indica el semáforo: en el trabajo, en casa, con la familia o cuando conducimos.
Es importante que los ejemplos sean fáciles de entender para un niño. A continuación, podemos pedirles que se involucren y nos pongan ellos mismos ejemplos de situaciones en las que se han sentido nerviosos o enfadados, como en la escuela, en el parque, jugando con hermanos o mientras hacían los deberes.
La gestión emocional infantil: clave en la educación de nuestros hijos
La educación de los hijos es probablemente el tema más importante para cualquier padre, y es que hace falta sentar correctamente las bases para ofrecerles un futuro prometedor.
El hogar es uno de los escenarios principales en la educación de los más pequeños, un lugar en el que tienen que desarrollar sus ganas de aprender. Esto sucederá sobre todo a través de 3 campos de actividad, el juego, los deberes y las tareas del hogar.
El semáforo de las emociones es una técnica importantísima, porque a los ojos del niño puede parecer un simple juego, pero entrará en acción para ayudarlo a gestionar sus sentimientos mientras realiza las tareas escolares o nos ayuda en las tareas de la casa.
Como hemos visto, los niños deben tener libertad para recibir distintos estímulos y aprender a gestionarlos. Esto tiene que suceder, como también nos enseña el Método Montessori, un entorno de comprensión y de observación por parte del adulto.
Desarrollar desde pequeños ciertas capacidades emocionales les ayudará a gestionar cualquier situación que puedan vivir en el futuro.